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Texto para catálogo de la Dra. Laura Bravo

Exposición: Los Diálogos de Vermeer

Junio 2012

Puebla, México

 


Texto para catálogo de la Dra. Laura Bravo

Exposición: Los Diálogos de Vermeer

Junio 2012

Puebla, México

 

Vermeer y Vergara tienen que ver

 

     Baruch Vergara observa a las mujeres con el mismo detenimiento y afán contemplativo que Johannes Vermeer debió dedicar a sus modelos cuando las estudiaba para interpretarlas en sus obras. Imaginarse a los dos, apostados en el fondo de una sala, diseñando mentalmente las composiciones que determinarían la situación estratégica y los ademanes enigmáticos de aquellas, es como unir de una misma línea sus dos cabos, los cuales empatan el tiempo y los propósitos que distan entre ellos.

     En el principal empeño de su serie, Vergara juega a dialogar con Vermeer y el tema de conversación por el que se ha decidido se concentra, claro está, en las mujeres. Para lograr entablar este diálogo, invita a una de ellas –imagen emblemática de una generación entera- a disfrutar de una lectura pausada de los centenarios óleos, pero de aquellos que, asimismo, tienen a otras féminas protagonizando sus diarios quehaceres. Mientras hojea las páginas del libro, absorta en el proceso de su estudio, siglo XVII y siglo XXI se cruzan las miradas y plantean unas experiencias que, a pesar de la distancia, acaban por ser semejantes.

     Cuando algunas de las jóvenes inmortalizadas por Vermeer aparecen en esta serie de Baruch Vergara, lo hacen en forma de ilustraciones de los libros que las protagonistas actuales leen con atención, evocando la célebre presencia del cuadro dentro del cuadro que practicara recurrentemente su vetusto colega holandés. Este magistral recurso narrativo, que permite la inclusión de las claves interpretativas de las alegorías que el maestro de Delft parecía esconder en sus obras, le sirve también al creador poblano para abrir el marco histórico de la búsqueda de los modelos –desde físicos hasta sociales- que cualquier joven ha practicado desde la soledad de su cuarto.

Otras de las mujeres vermeerianas aparecen ya directamente en sus habitaciones, asomándose a las telas en forma de espectros afables, tan contenidas y serenas como las originales, y sin dejar de practicar aquellas labores domésticas emprendidas hace mucho tiempo atrás, congeladas con su personal dedicación y esmero. Sin embargo, aquella mujer que se encorva sobre su mesa de trabajo y teje con cuidado extremo un pedazo de lujoso encaje, la que vestida de azul y amarillo sostiene una jarra de agua con la que procederá a lavar sus manos o la que se prueba con ilusión un collar frente a un espejo, trascienden la realidad de cualquier mujer concreta y se han convertido en simbólicos modelos de conducta virtuosa diseñados por Vermeer hace más de cuatrocientos años. Atentas, discretas y dedicadas, son el alma común de una inmortal intimidad doméstica en la que se respira una tranquilidad de tal intensidad que sólo podría ser real en la ficción de un cuadro.

Sin embargo, existe en cada una de estas parejas de mujeres dobles, la actual y su fantasma, un nivel más profundo de densidad simbólica, puesto que a su vez son también emblema de la espiritualidad que suele asociarse al universo femenino, que retoma, sin representarla físicamente, la naturaleza divina de las vírgenes y de las santas que antaño protagonizaron los grabados de Vergara. Sin necesidad de recurrir a existencias sobrehumanas, la fascinación compartida de Vergara y de Vermeer se concentra en la existencia de un modelo profano de virtudes casi milagrosas, que son prueba fehaciente de la existencia de divinidades femeninas que no tienen nimbo dorado y que son de carne y hueso.

Pero como puede suceder en todo proceso comunicativo, en esta conversación también aparece ruido. Entre las mujeres contemporáneas y sus alter egos seicentistas, se da cita una decena de espejismos femeninos que pelean por ganarse su interés y despertar en ellas un deseo de emulación. Iconos de la moda, cuerpos ideales, modelos de un éxito laboral casi siempre desalmado, apellidos de alta alcurnia pronunciados con ostentación y rostros que son sinónimo de fortunas monetarias, dan vida a la construcción de un tipo de sociedad que se cuela en la relación que forjaron, página tras página de cada libro, los anteriores arquetipos femeninos.

Y así nace el conflicto. Es entonces cuando las paredes interiores de las correspondientes salas sufren el quebrantamiento de su previa contención, cuando la invasión de espejismos pretensiosos transforma el silencio espiritual en el zumbido de ese mundanal enjambre que emiten sus particulares tentaciones. Abandonada aquella concentración serena, llena de paz interior, las mujeres de los dos siglos extremos se reúnen y comentan entre carcajadas el catálogo de espejos en los que es un deber reflejarse. Acumulando figuras y siluetas, a través de una calculada superposición de modelos semitransparentes en sabia referencia a artistas como David Salle, las posturas se retuercen y las perspectivas se exageran hasta el exceso.

En la reflexión madura que establecen ante los vertiginosos cambios de los roles adoptados por las mujeres de su época, dos pintores se han dispuesto a entablar un personal diálogo con casi cinco siglos de distancia. La conversación se desarrolla sin palabras, simplemente a través de los símbolos visuales que cada uno elige para dar vida a sus virtudes femeninas, tomando como referencia a las mujeres de su entorno temporal más cercano. Johannes Vermeer se deja ver por Vergara y éste, por su parte, le rinde homenaje en la distancia. Más allá de sus contrastes y de sus perspectivas personales, son las tres letras iniciales de sus apellidos las que les han destinado a tener algo que ver.

 

Laura Bravo

 
 


Texto para catálogo del Mtro. HUMBERTO FIGUEROA
Exposición: TODO POR-VENIR
Galería Espacio 304
Diciembre 2008
San Juan, Puerto Rico

 

De superficies y fondos

 

 

 Abordar la pintura, supone vencer los encantos del llamado de la imagen. Es así ya que la antigua práctica de la pintura ha estado acompañada de la elaboración de la forma que en muchos casos ha retenido su carga simbólica y emblemática. En la medida en que los pintores han reconocido los encantos de la práctica del medio y su sensualidad, en esa medida el poder de la imagen ha pasado a un segundo plano sin perder su protagonismo. Mas bien la imagen se hace y reviste con las huellas y marcas del proceso. A través de los siglos, la práctica oscila entre la pintura que responde al poder del diseño y la línea y aquella que demuestra como un mapa su construcción matérica en planos de color.


 La exposición Todo por- venir del artista mejicano/ boricua Baruch Vergara hace una buena aportación al escenario de la práctica del medio de la pintura en Puerto Rico. Ante nuestro panorama Vergara nos muestra su obra reciente en la que continúa sobre los asuntos del cuerpo como paisaje transitado, ocupado y escalado. En otras pinturas el cuerpo es paisaje lejano, observado y admirado en la distancia. Vergara como artista del cambio de siglo acude a la apropiación de imágenes que circulan en diversos soportes y los interpreta renovando formas que revelan un pensamiento culto vinculado con la historia y la estética de su tiempo.

 Por- venir es un cuerpo/cucurucho envuelto en paño blanco rodeado de tallos de flores y burbujas que enmarcan imágenes relacionadas con la maternidad. Cada burbuja es anhelo y anuncio del fruto por venir.

 En Rompehielos el cuerpo femenino es paisaje nevado en el cual un niño silueteado es idea, es futuro inmediato, es anuncio de alumbramiento sobre tejido delicado cual crisálida. En Renacimiento el niño llega en barcaza/moisés absorto con un juguete bélico, viene al mundo en tiempos de guerra, flota plácido sobre un mar de las sábanas que abrigan el cuerpo de la madre. Las flores salpican la escena de re-conocimiento a la llegada del niño.

En Motor-psycho y Autismo el niño está inmerso en imágenes alusivas a su género. Motocicletas y carritos rodean al niño. Baruch pinta el pensamiento infantil que multiplica al infinito los juguetes. Los Niños absortos en el juego manual y la exploración mecánica de esas miniaturas ignoran la mirada del espectador.

 

 La exposición incluye otra serie en la que Baruch Vergara demuestra su dominio de los efectos de la perspectiva y el escorzo y de una gama cromática de alta saturación. En Mundito color de rosa y en Orquídeas susurrantes nos ofrece unas perspectivas desde la punta del pie de la madre entregada al sueño. En las dos pinturas los cuerpos envueltos en sábanas floreadas remiten a la tradición de pintura de flores de los maestros del arte mejicano. Enriquece la tradición con la desvinculación de la forma de su contexto.


 
Mundito color de rosa  remite al patrón de flor sobre el paño de impresión industrial moderna, en el primer plano las rosas reposadas sobre el  lecho sugieren también lotos en un estanque. La imagen es gigantesco jardín floreado para un diminuto cazador perdido en un sueño mojado en lecho de rosas.
En Orquídeas susurrantes un cuerpo oscuro se define por luces doradas. La sábana ahoga el cuerpo en aroma intoxicante. La orquídea blanca se repite como motivo de diseño hasta los bordes llevando en su cáliz un querubín que anuncia el fruto amoroso. Aquí la imagen nos refiere a la vendedora de flores de Diego Rivera, cansada de sujetar el ramo se recuesta y cae dormida ante el olor embriagante que emana de su oferta ornamental. En Highway to heaven el  anaranjado fogoso sueño de la hermosa en siesta del pintor Lord Leighton es cordillera atravesada por una autopista que desde los pies nos lleva a la cima de la montaña desde donde emanan los sueños. En  El juego del ángel el abandono del sueño le permite a cupido desvestir las piernas sinuosas de la mujer dormida.El angel /espíritu penetra y cruza el cuerpo yaciente y ajeno a los juegos traviesos de ese ser.

 En Todo Por- venir el artista Baruch Vergara sigue construyendo imágenes con formas y elementos diversos afines y en contradicción que logra armonizar para inducirnos a otras lecturas. La exploración formal y la propuesta conceptual van de la mano logrando en las series pictóricas obras que relucen por su originalidad. Reconocemos su proceso de creación mediante el acto de la apropiación desde el uso de formas que circulan a diario en los medios de comunicación con otras que son parte del imaginario universal. Vergara se nutre de imágenes de la cultura popular contemporánea y de la cultura occidental clásica. Se destaca como resultado sutil de estos trabajos artísticos su manifestación del deseo, desde su conducta masculina que observa el cuerpo femenino con admiración y distancia pero abrigando la esperanza de cubrir las rutas de la geografía del cuerpo como explorador/ cazador primario. Vergara igual plasma su experiencia como padre
y pareja que ve el proceso de la creación desde la recreación sexual hacia la procreación.

Desde otra dimensión del amor y el deseo observa sus frutos.

Humberto Figueroa

9-11-08